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  • Foto del escritorAlevtina Petrova

“Tenía dos opciones: o ser invisible o recibir insultos”

Alguien una vez me dijo: cuando llegues al infierno, sigue caminando…y eso es lo que he hecho. Avanzar. Esta es la historia de mi lucha por conseguir la perfección o la destrucción; de mis derrotas y mis triunfos. De cómo el pasado a veces te impide vivir el presente… Me llamo Laila y soy bulímica.


Este es un extracto de Mi infierno personal, un libro publicado por la zaragozana Andrea Salueña Picapeo, en el que hace un repaso de su vida y del esfuerzo de recuperarse de un trastorno alimenticio, pasando por las causas que le llevaron a ese punto: el acoso escolar.

Andrea Salueña presentando su libro
Andrea Salueña presentando su libro

¿Cómo empezó tu historia?

Todo comenzó más o menos en 2012 y duró un par de años. Yo tenía sobrepeso, así que las burlas se centraron en eso. Pasé de tener amigos a estar sola, ya que una de las personas que más me insultaba pertenecía a mi grupo de amigos, pero la apoyaron a ella. Cuando caminaba por el instituto tenía dos opciones: o ser invisible o recibir insultos. En una ocasión me acorralaron y me arrancaron mechones de pelo, ocasionando que tuviese pánico a ir al instituto o salir por la calle.


¿Cuándo te diste cuenta de que estabas siendo una víctima del bullying?

Me di cuenta casi a los dos años, cuando acudí al psicólogo por presentar problemas de bulimia y depresión. Para mí, hasta ese momento, era culpa mía por estar gorda o por no caerles bien. Me sentí estúpida por sentirme culpable de algo que no era culpa mía.


¿Entonces acudiste a los adultos?

Al principio no hice nada, bajaba la cabeza y aguantaba, pero al final tuve que decírselo a mis padres y poner una denuncia. La policía me dijo que con lo grande que yo era debería poder con ellos y no hicieron nada. El instituto, por su parte, se limitó a decir que eran cosas de jóvenes y tampoco hicieron nada, me sentí bastante sola en ese aspecto porque estaba en Bachillerato y era incapaz de estudiar y, en vez de ayudarme a remontar mis notas, me sugirieron que hiciese un grado medio.


Pero lo has superado.

No sé si esto alguna vez se supera del todo ya que todavía hay cosas que me duelen, pero cada vez menos. Supongo que el día que volví a hablar con los que fueron espectadores de mi acoso y me dijeron que fue culpa mía por querer llamar la atención (yo tuve problemas de bulimia durante la adolescencia), me di cuenta de que el problema era de ellos y no mío, pero a veces sigue doliendo.


¿Y cómo ha repercutido este episodio en tu vida diaria?

Socialmente me recuperé y ahora tengo unos amigos maravillosos. También me he hecho más fuerte pero ha tenido consecuencias, como la depresión contra la que todavía lucho o el hecho de haberme vuelto más desconfiada y tener miedo de que se repita todo otra vez.


¿Cómo crees que podrían mejorar los centros educativos en esta materia?

Creo que queda mucho trabajo por hacer ya que, aunque ahora es algo que está más visible, sigue sin haber soluciones efectivas en la mayoría de los casos. Creo que se debería educar desde el principio, no esperar a primaria o secundaria, y concienciar en la prevención y no directamente en qué hacer cuando ya se ha dado. Se tiende a culpabilizar a la víctima, a cambiarla de colegio y eso es algo que empeora el problema casi siempre. También creo que hay que dar importancia al papel de los observadores, ya que no habría acoso en muchos casos. Asimismo, se debería prestar ayuda psicológica al acosador, puesto que también la necesita.


El acoso les afecta más a ellas

No existen cifras absolutas sobre el acoso escolar, pero la incidencia oscilaría entre el 3,8% que establece el Ministerio de Educación, el 6% extraído del último informe PISA de la OCDE, el 9,3% de Save the Children, y el 10% estimado por Unicef. Estos números esconden detrás miles de historias, entre ellas, la de Andrea. Si nos basamos en el último informe de Save the Children, las chicas son las peor paradas, situándose en el 10,6% de afectadas frente al 8% entre los chicos, y en el 8,5% en el ciberacoso frente al 5,3% de los chicos.

https://infogram.com/datos-acoso-1hmr6ggzo7ko6nl?live


Fuente: "Educación en valores frente al acoso en la escuela", Aldeas Infantiles SOS (Septiembre 2018)

https://infogram.com/acoso-1h1749rm3lnq4zj?live

Fuente: "Yo a eso no juego. Bullying y ciberbullying en la infancia", Save the Children (Febrero 2016)


Falo García, educador social de la Fundación para la Atención Integral del Menor (FAIM), reconoce que es una tarea difícil detectar las situaciones complejas a las que se enfrentan los jóvenes. “Para los padres en ocasiones supone un cierto fracaso como educadores de nuestros hijos y de ahí que cuando se recurre a los profesionales las situaciones suelen ser ya extremas, con un sufrimiento importante”, destaca.


Por su parte, Gabriela Lardies, psicóloga y terapeuta cognitivo-conductural y colaboradora con la asociación AFYVAM (Asociación Aragonesa de Familias y Víctimas de Acoso Escolar y Maltrato), explica que existe tanto el acoso físico, “collejas, empujones y agresiones físicas”, como el verbal, “insultos, menosprecio en público y hacer el vacío”. Sin embargo, insiste que la actuación en grupo es fundamental: “permitir el acoso, reírle las gracias al acosador, o no atreverse a defender al acosado, este punto es vital”. Además, recalca que “se ha querido victimizar a los niños acosados y realmente son los acosadores los que tienen un mismo perfil, falta de empatía, falta de valores, e incluso llegar a disfrutar y sentir placer humillando y haciendo daño al compañero".


Por ello, recuerda que las secuelas psicológicas son muy importantes y las más comunes tras sufrir acoso son “baja autoestima, sentimientos de inseguridad, miedo al rechazo, déficit de habilidades sociales por el mismo miedo a afrontar las situaciones, problemas psicosomáticos, trastornos de ansiedad y, a la larga, depresión”, por lo que el colegio se convierte en un escenario esencial para detectar estos casos.

El colegio, epicentro de las burlas

Al igual que lo señala Andrea Salueña, Falo García opina que los centros educativos de Aragón todavía no cuentan con una figura implementada de seguimiento de estos casos. “Considero que podría ser muy interesante si realmente puede ejercer de educador/a social y dedicar tiempo a acompañar a los chicos y chicas en su desarrollo emocional, sin centrarse solo en el currículum educativo”, admite.


Cristina Monclús, voluntaria de la asociación AFYVAM, recuerda que no hay que olvidarse del ciberacoso, que se traduce en “un hostigamiento de 24 horas, y es donde hemos de ser conscientes de los peligros de las redes sociales y de promover el suficiente diálogo y confianza”. Añade también que el papel de las asociaciones es “ser un recurso de escucha y de proporcionar apoyo moral”, ya que si se necesita ayuda especializada, se remite a los solicitantes a servicios externos.

Un final feliz

Andrea es ahora una joven de 24 años que está terminando el Grado de Psicología. Quiere ayudar a los demás al igual que lo hicieron con ella los profesionales. Es por eso que también se dedica a dar charlas sobre los trastornos de conducta alimentaria. El final de su periplo pudo ser diferente, pero no tuvo miedo de confiar en su entorno. Para ella ya no es un tema tabú.

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